
Antes de que los humanos incursionaran en la agricultura, nuestros antepasados habrían pasado largos períodos sin acceso a alimentos abundantes. A medida que los bosques se iban apagando para la temporada y los animales se metían en hibernación, la gente simplemente tenía menos comida disponible. Para mantenerse, dependían de lo que podían cazar o almacenar, y lo aprovechaban para que les durara toda la temporada.
Sin embargo, los niveles de actividad de nuestros antepasados también se redujeron. El invierno significaba encerrarse, moverse menos, el metabolismo se ralentizaba y era común comer menos que durante las estaciones en las que había comida por todas partes y la actividad era alta.
Algunos dicen que esas prácticas mantenían a raya las enfermedades. Si bien no es concluyente, hay quienes creen que un mayor consumo de carbohidratos y un suministro constante de alimentos, ambos provenientes de la agricultura, pueden conducir a problemas de salud. Creen que la interrupción de la digestión permite que el cuerpo redirija energía y recursos a la reparación y eliminación de desechos, lo que contribuye a la salud general. Todo esto es especulación, pero hay algunas pruebas que respaldan algunas de estas ideas.
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¿Los humanos estamos preparados para el ayuno invernal?
La idea del ayuno invernal no significa que nuestros antepasados no comieran nada durante los meses más fríos. Significa que no tenían tanta comida fresca disponible, por lo que comían lo que podían cazar o almacenar, y tenían que hacer que les durara. Eso significa que tenían que racionar la comida en la familia y todos comían menos de lo que comían cuando la temporada de cultivo era abundante.
Los humanos tenemos dos sistemas de combustible
¿Estamos preparados para ese patrón de alimentación? ¿Es más natural? Algunas señales apuntan a que sí. En épocas de escasez, nuestro cuerpo pasa de funcionar con glucosa (azúcar y carbohidratos) a funcionar con cetonas (de la grasa corporal almacenada o de la dieta) para obtener energía. Esta capacidad de cambiar las fuentes de combustible está incorporada en nuestra biología para que podamos sobrevivir a las hambrunas o a las temporadas difíciles.
La autofagia como defensa contra las enfermedades
Además, cuando tenemos menos alimentos disponibles, nuestras células “quemarán” células dañadas, partes de células viejas y desechos (es decir, productos de desecho celulares, que no deben confundirse con los desechos del baño) para obtener energía. Esto tiene dos beneficios: primero, obtenemos ese poco de energía adicional que nos falta de los alimentos y, segundo, las células y partes de células dañadas podrían contribuir a la enfermedad. Este proceso se llama autofagia, que se traduce libremente como “comerse a uno mismo”. La autofagia se ha estudiado como una defensa contra el cáncer y otros procesos patológicos. La autofagia también es de interés para los investigadores del envejecimiento, ya que hay evidencia emergente de que podría retrasar los procesos de envejecimiento.
Formas de ayunar durante el invierno
Si quieres intentarlo, presta mucha atención a cómo te sientes mientras haces el ayuno invernal. Y recuerda que pasar períodos prolongados sin comer no es el objetivo; eso no es lo que hacían nuestros antepasados y pasar hambre podría tener el efecto contrario en tu metabolismo y tu salud. En cambio, puedes probar uno de estos formatos (consulta primero con un médico calificado) :
- Ayuno intermitente. Por lo general, las personas limitan la ingesta de alimentos a un período específico cada día, y hacen una pausa de 12, 16 o 18 horas en la digestión. Por lo general, la pausa se extiende durante la noche para poder dormir durante la mayor parte del día.
- Una comida al día. Una comida al día, u OMAD, implica ingerir las calorías de un día completo en una sola sesión o en un período de tiempo muy breve (1 a 2 horas). No se come menos, sino que se come tanto como se comería en un día, de una sola vez.
- Ayuno prolongado. Los ayunos prolongados son ayunos de varios días (48 a 72 horas) que se realizan ocasionalmente. Las mujeres pueden tener más dificultades con el ayuno prolongado porque sus hormonas son más sensibles a los cambios.
- Restricción calórica. La restricción calórica implica ingerir comidas más pequeñas y con menos calorías, lo que se acerca más a lo que hacían nuestros antepasados durante el invierno. Consulte a un médico o dietista para determinar sus necesidades nutricionales.
Qué hacer y qué no hacer durante el ayuno
- No pase hambre ni lo llame ayuno. Si no come lo suficiente, podría perder nutrientes importantes o ralentizar su metabolismo. Eso podría dificultarle mantener un peso corporal saludable. Si sospecha que puede tener un trastorno alimentario, llame a su médico de inmediato, incluso si no está seguro.
- No realice ningún tipo de ayuno durante el embarazo o la lactancia.
- No te esfuerces demasiado mientras ayunas.
- No comas en exceso después del ayuno. Comienza despacio y ve aumentando la cantidad poco a poco.
- Escuche a su cuerpo. Preste atención a las señales que le indican que algo no está bien.
- ¡Hidrátate! Es posible que pierdas más agua y electrolitos debido al proceso de ayuno. Repón tus reservas con frecuencia.
Recuerda que, al principio, se trata de una experimentación y, a veces, los experimentos no dan resultado. Presta atención a cómo reacciona tu cuerpo y, si necesitas dejar de comer algo, permítete esa flexibilidad.
Referencias
Federico Pietrocola, Jonathan Pol, Erika Vacchelli, Elisa E. Baracco, Sarah Levesque, Francesca Castoldi, Maria Chiara Maiuri, Frank Madeo & Guido Kroemer (2016) Autophagy induction for the treatment of cancer, Autophagy, 12:10, 1962-1964, DOI: 10.1080/15548627.2016.1214778
https://www.tandfonline.com/action/showCitFormats?doi=10.1080%2F15548627.2016.1214778